Caminando junto al malecón,
en aquellas tardes de mi juventud
recibiendo el atardecer
y esperando otro juego que aprender.
Recorriendo con la bicicleta
nos agrupábamos junto a la banqueta
otro suspiro por aquella niña
morenita y delgadita la Mariaines.
Fue mi utopía en esos días
en que despacio vivía sin otra agonía
que no fuera perderme de su sonrisa
y verla en el correo y respirar a prisa.
Otro juego, otro sueño,
caminando junto al malecón
corriendo con los patojos
y solo siendo el niño que ardía como el sol.
Recuerdo aquella madruga
que mi nacimiento celebraba
yo salí medio dormido de mi cama
y después le di un abrazo en el patio junto a la ventana.
Ese sueño tan inocente que duro
toda esa primavera que fueron muchos años
y después cuando abandone aquel hermoso lago
y ya en el frió de otra tierras su recuerdo aun me calentaba.